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De Carlos Paz a Manaos por la BR319

Por Erik Thomsen

erik.roadstar@gmail.com

Andes Bikers – Erik Thomsen

Capítulo I

Rumbo al Amazonas

No era necesario ir a Manaos otra vez, ya lo había hecho en 2006 cuando con la Jawa 350 recorrí los países de Sudamérica. Pero ahora la situación era diferente, el desafío estaba puesto en ir por la famosa BR 319, la ¨carretera olvidada”.
La ruta fue construida en 1973, atraviesa los estados de Amazonia y Rondonia y vincula a la cuidad de Manaos con Porto Belho, Humaita y Lábrea entre otros asentamientos menos importantes. Según algunas fuentes, la fundación de la ruta fue hecha a las apuradas y sin el debido proceso de compactación del terreno y el asfalto no está sobre grava o piedra, tan solo sobre la tierra. Esta característica sumado al clima en extremo húmedo hizo que a los pocos años el asfalto estuviera muy dañado y en partes totalmente ausente dando como resultado una ruta totalmente imposible de transitar debido al barro y los derrumbes que se llevaron su traza.
La ruta fue olvidada y la selva la reclamó para sí. En 2005 el gobierno anunció su reconstrucción y las obras comenzaron el 2008, pero científicos y ambientalistas reclamaron los pertinentes estudios de impacto ambiental, estudios que se realizaron pero fueron objetados por su contenido y como resultado de ello, ninguna obra de reconstrucción se llevó a cabo y el mejoramiento de la ruta aún aguarda su ejecución.
No era necesario ir, como ya lo dije, pero a veces una idea se mete en la cabeza y no para de rondar, naturalmente un viaje de estas características no se planea de un día para el otro. Tal es así que al momento de empezar a planear este viaje entre amigos que podrían estar interesados, yo no tenía una moto lo bastante apta para la travesía. La Jawa estaba fuera de juego por las características del terreno y la única opción viable era la china, la Motomel 250 de enduro que uso cada tanto para ir a la montaña. Mis amigos ya no me dicen nada, están resignados a mis particulares gustos referidos a los medios mecánicos que utilizo. Una vez uno de ellos se enojo y dijo…¨no podés ser más normal, porque vas al revés del mundo? si necesitas un auto barato; comprate un R12, no ese Chevette que tenés; si necesitas una moto para todo uso, comprate una Tornado, y vende esa Jawa y esa Motomel que no sirven¨..
En fin, el lector sabrá disculpar las divagaciones de este texto. Decía entonces que en último caso estaba decidido a ir en la Motomel, para mí la moto es lo de menos y cualquier medio mecánico mientras esté bien, sirve. En eso estaba hasta que alguien me aviso de una moto que estaba a la venta y que hacía rato yo buscaba algo así. Una Honda XL 600 1987. Amor a primera vista, siempre me gustaron las motos de esa época, las veía en la revista Solo Moto cuando era un niño, las devoraba a las revistas en vez de leerlas. Corrí a mi archivo de revistas y después de un rato la encontré; la Solo Moto de Junio 1987 donde estaba el ensayo de la XL, demás está decir que compré la moto sin regatear ni un centavo. Ahora si! la moto ideal pensé para mis adentros, mis amigos, miraron de nuevo levantando una ceja, pero esta vez estaban de acuerdo, la moto les parecía fiable, por más que casi tiene 30 años de edad.
No aburriré aquí con la descripción de todos los arreglos que le hice, pero soy mecánico y la moto fué repasada completamente, de arriba a abajo y de atrás a adelante.
La travesía se planeó hace un año aproximadamente, pero eso no quiere decir que estuvimos reuniéndonos y planificando itinerario ni nada de eso, al final quedamos tan solo cuatro amigos dispuestos a realizar el viaje. Cuatro personas es un número cómodo, ni muchos ni pocos, es fácil encontrar lugar en los hoteles, hostels y todo lo que acarrea un viaje es más sencillo si no es un grupo grande.
Tan solo nos organizamos para llevar 2 carpas y también tratamos de organizar un poco las herramientas a llevar, para no tener 4 llaves iguales y ningún cortacadenas o cámara o cualquier otra cosa que acá se compra en la esquina pero que en medio de la nada es un imposible de encontrar. Finalmente la expedición quedo integrada por : Claudio Pacher (Beta 450RR 2012) , Diego Gomez (Honda XR 650R 2000) , Diego Mercado(Honda Falcon 2013) y yo.

De izq. a derecha: Claudio Pacher, Diego Mercado, Erik Thomsen y Diego Gomez.


La primera escala del viaje fue en Las Termas de Río Hondo, donde tuvo lugar la tercera fecha del MotoGP, estuvimos 3 días a pura moto, pero también a puro asado y demás cosas a la parrilla y al disco. No estábamos solos, ya que éramos una banda de más de 15 y hasta teníamos una casa rodante instalada en el camping, un lujo que muy pronto echaríamos de menos, entre otras cosas. No describiré aquí la carrera, ya que se ha escrito mucho sobre ella y por personas mucho más idóneas que yo en ese tema, pero me limitaré a decir que valió la pena el costo de la entrada y que el espectáculo es realmente muy bueno. No todo el show estuvo dentro del circuito, ya que afuera era un desfile de motos a toda hora. Pero todo muy organizado y no vi a nadie haciendo locuras, tan solo algunos cortando encendido, pero en fin.

Y empezó la travesía, el Lunes 28 de Abril partimos de Las Termas rumbo norte, hacia Tartagal, la primera escala del viaje. Debido que la noche se alargó más de lo recomendable, la salida se demoró un poco, yo soy fanático de salir ultra temprano, pero esta vez no viajo solo y es mejor aflojar un poco en aras de la convivencia. Sabiendo que cargar nafta iba a ser un problema el Lunes, ya que todo el mundo volvía a sus casas, cargamos apenas llegamos a Las Termas, pero al salir no encontrábamos un lugar para desayunar que no estuviera colapsado. Que delicado pensarán algunos, pero bueno, estamos de vacaciones, no? Ya vendrán tiempos de privarse de un buen café con leche y medialunas. El día transcurrió sin novedades y llegamos a Tartagal a última hora del día, ubicamos un hotel cerquita de la plaza, donde al no tener cochera nos dejaron entrar las motos al lobby.
Ahora si! Salimos temprano rumbo a Salvador Mazza y antes del mediodía ya estamos en Yacuiba, Bolivia. Cambiamos unos dólares y seguimos viaje.

Decidimos parar a almorzar en Villamontes, en la costa del río Pilcomayo. Como siempre en estos casos, si no se es precavido, uno no conoce los precios de otro país y termina pagando una fortuna por un almuerzo, bueno, adivinaron, el pescado más caro de mi vida. Pero estaba rico, eh? Hace año y medio que no voy a Bolivia pero no recordaba que fuera tan caro, unas rápidas cuentas mentales nos afirmaron nuestro error, hay que preguntar siempre antes!! Para que se den una idea, se puede comer muy bien, con plato de entrada (sopa), y plato principal por 12 pesos bolivianos, unos 22 pesos argentinos aproximadamente, esa vez pagamos algo así como 60 bolivianos, un error que no se repetirá nunca más en todo el viaje, de ahora en adelante siempre preguntamos antes de ordenar.

Parada a almorzar

Cargando combustible de bidones es más barato

Otro tema a tener en cuenta es el combustible: en Bolivia los vehículos con patente extranjera deben abonar el litro a un valor de 9 bolivianos, los locales la pagan 3,5 bolivianos, pero en todos lados hay negocios y casas que venden nafta en bidones a un precio de entre 5 y 6 bolivianos, que sería apenas más barato que en Argentina. Demás está decir que muy pocas veces paramos en estaciones de servicio y cuando lo hicimos, al norte de Bolivia, nos cobraron la tarifa boliviana, se ve que a esta regla la cumplen mucho en el sur y toda la zona del Altiplano.

La tarde nos encontró en un pueblito llamado Camiri y como hasta Santa Cruz de la Sierra no hay nada y tampoco queremos dormir en una ciudad tan grande, decidimos parar a pernoctar aquí. Una buena cena ( a precio normal) cerveza helada y hasta mañana. Fue buena idea parar antes de Santa Cruz, ya ni siquiera entramos a la cuidad, rodeamos el centro por uno de sus famosos anillos y seguimos rumbo al norte, por la tarde encontramos los primeros chaparrones fuertes, que hacen ponerse el equipo impermeable, pero a los 15 minutos sale el sol y no hay manera de aguantar. De pronto estamos más tiempo poniendo y sacando los impermeables que rodando; esto no da para más, si llueve nos mojaremos y ya. El agua no es fría y siempre dura unos kilómetros tras lo cual sale el sol y sumado al viento nos secamos rápido. Paramos en San Ramón, un pueblo pequeño y sin demasiado por ver.

Rodando bajo el agua

La iglesia en Trinidad, Bolivia.
 

A la mañana siguiente salimos temprano y bajo el agua rumbo a Trinidad, lugar importante porque allí se acaba el asfalto y todavía estamos a 800km de la frontera con Brasil. En Trinidad se debe cruzar el Río Mamoré, se cruza en balsa y en condiciones normales se tardan unos 15 minutos.
Pero ahora el río está totalmente desbordado y ha inundado mucho terreno. La gente que tiene sus casas bajo el agua vive en carpas improvisadas sobre la ruta. Las carreteras están cortadas y no hay manera de seguir, la policía nos desaconseja totalmente seguir viaje. Se puede ir en avión a Rurrenabaque, pero los costos no dan para nosotros.

Estamos desanimados y yo enojado, como puede ser que no averigüé esto desde casa? No deberíamos estar entrando en la época seca? Y sin embargo esta es la peor inundación que se recuerde. Todo mal, nadie nos da un poco de aliento, sabemos que han roto la ruta (de tierra) para que el agua desagote más rápido por lo cual es imposible pasar ni siquiera en moto.
En el pequeño puerto nos dicen que hay una forma, podemos subir las motos a un bote grande y navegar sobre los terrenos inundados hasta un punto del camino desde donde podamos rodar hacia San Ignacio de Moxos y después continuar hacia Rurrenabaque y Riberalta, es decir, la ruta original.

Nuestro medio de navegación para cruzar el Río Mamoré,
durante 5 horas esquivamos árboles

Subiendo las motos y tratando de embocar las huellas en el fondo del bote, faltan varias tablas!

Allá vamos, las 4 motos en un bote y a navegar.
Es muy raro porque vamos entre las copas de los árboles, o sea que hay al menos 3 metros de agua bajo nosotros. Esto duró casi 5 horas. Ya que no hay tierra firme, todos los insectos y animales que no pudieron huir están en los árboles y a cada minuto caen arañas y todo tipo de bichos que ven su salvación en el bote, hasta una víbora pequeña cayó sobre el bote al rozar la copa de un árbol, no me voy a agrandar ni mentir, nos asustamos, pero la alegría de seguir viaje era superior a todo. Creo que las fotos son mejor que cualquier relato que yo pueda escribir, así que allí están.

Sobre tierras inundadas

Primeros kilómetros de tierra en Bolivia

Los kilómetros transcurrieron hasta Rurrenabaque, último lugar “grande” hasta Riberalta, o sea a 500km de distancia, todo tierra. Pero a eso vinimos, a andar en terrenos “difíciles”, verdad? Bueno, como difícil, lo estaba y no decepcionó, el fes fes con la lluvia se transforma en una pasta arcillosa que se pega a todo y las ruedas de transforman en 2 rolos que no tienen ya tacos para traccionar.


Muy poco agarre en estas condiciones

Ese trecho del viaje nos llevó 2 días, ya que lo afrontamos con tranquilidad. Nos llamó la atención el restaurante y parador Sheraton, en medio de la nada y ahí hicimos noche. Por supuesto que el nombre es irónico, porque comodidades hay bien pocas, pero la gente es tan hospitalaria que compensa y mucho.

Alojamiento de lujo!

No hay duchas, pero hay un pozo de aguas cristalinas donde es posible refrescarse, eso sí, bajo la atenta mirada de un yacaré que nos observa desde unos 20 metros de distancia, nosotros tampoco le sacamos los ojos de encima a el y según el dueño de la posada, es inofensivo. El camino rodea unas lagunas infestados de yacarés o lagartos como los llaman aquí, también vimos muchos carpinchos y varias víboras. El paisaje es una gran sabana, es el Pantanal Boliviano. Muy hermoso.

Fauna local

Al pasar por Riberalta decidimos que ya es suficiente de andar por barro con ruedas dual sport y considerando que aún falta lo peor, decidimos comprar ruedas de tacos para poner en Brasil, en Humaitá, antes de entrar al peor tramo de la BR 319. Las ruedas aquí son relativamente baratas, y por supuesto regaladas si comparamos con Brasil. Como soy el más tacaño, tan solo compré una rueda de tacos delantera, prefiero que la moto sea estable de adelante y si patina atrás la puedo corregir. Además no quiero cargar 2 ruedas por 2 días hasta Humaitá. Si bien mi decisión no fue mala, debo admitir que el resto andaba más rápido que yo en los tramos de barro ultra resbaladizos, pero a esta altura de mi vida ya me considero un experto en hacer cosas sin los materiales del todo indicados, ya pasa más por una idea que por el dinero. Una rueda es una rueda, que me importa el dibujo? La desinflaré un poco y listo! Bue, no es tan así pero en lineamientos generales diré que pude pasar con la rueda de calle.

Decía entonces que estábamos en Riberalta, Bolivia y tan solo nos separan 100km de asfalto de Guayara-Mirim, Brasil. Pero una vez más encontramos la ruta inundada, el Río Mamoré (si, el mismo de Trinidad; a 700km) sigue dando problemas. El agua pasa unos centímetros sobre la calzada y el tráfico está interrumpido, hay varios botes que navegan por las banquinas llevando y trayendo gente. Por suerte tras una breve charla con la policía nos dejan pasar y advierten que circulemos con precaución, en realidad la ruta debería estar abierta, el agua solo pasa unos 30 cm sobre el asfalto, no entiendo porque han cortado el tráfico, pero bueno, no vamos a entrar a averiguar tanto y apenas nos dan luz verde salimos antes de que cambien de opinión. Entre Bolivia y Brasil hay que cruzar el mencionado río, en condiciones normales hay un servicio regular de ferry, pero ahora y debido a la gran crecida del Mamoré, este no funciona.

Llegando a la frontera Bolivia-Brasil

De hecho, la crecida es tan alta que las oficinas de migraciones y aduana se encuentran bajo el agua, por lo cual están funcionando provisoriamente en otro lugar del pueblo. Nos llevó un rato dar con ellas pero lo logramos. Ya que el ferry no está operando, debemos subir las 4 motos a una canoa y cruzar el río, pero eso sí, la autoridad portuaria boliviana antes debe inspeccionar la canoa y darnos el visto bueno (¿?) de que el barco es seguro para cruzar. Si la canoa es buena o no, no es tan importante como subir las motos haciendo equilibrio arriba de un tablón. Acá no hay ningún muelle ni nada parecido, así que meter las motos cargadas dentro del bote llevó un poco de sudor y casi lágrimas, pero unas propinas nos consiguieron manos dispuestas a ayudar. A repetir la operación del lado brasilero, que lógicamente, también se encuentra bajo agua.

Subiendo al bote para cruzar nuevamente el Mamoré y llegar a Brasil

Migraciones lo hicimos rápido y aduana no hicimos porque nos dijeron que al ser del Mercosur, nuestros vehículos pasan derecho sin hacer ningún trámite. Todo bien pero no me cerraba mucho esto, así que preguntamos varias veces lo mismo, a riesgo de parecer tontos, pero más vale prevenir. Lo que sí nos pidieron y yo no tengo, es el certificado de vacunación contra la fiebre amarilla. Lo tenía, pero en el 2006, andá a saber adonde quedó y como nunca me lo pidieron, no le dí importancia esta vez. Diego tampoco lo tiene, el resto sí. Así que salimos en busca del hospital para ponernos la vacuna, en el hospital no hay, tenemos que ir a un centro de salud o dispensario, por suerte el pueblo es chico y no tardamos en encontrarlo. Nos atendieron enseguida y ya con el flamante certificado volvimos a migraciones donde nos dejaron entrar. Ubicamos un hotel con amplio estacionamiento donde hicimos algunos pequeños ajustes a las motos. Mañana toca un día relativamente sencillo, son 500km de asfalto hasta Humaitá, puerta de entrada a la BR 319, parece mentira que hicimos 4000km para venir a medirnos con una ruta de barro en medio del Amazonas, pero a veces es mejor no ser tan racional en el pensamiento.
Como intuirá el lector, los 500km pronto dejaron de ser “sencillos” ya que la ruta desaparece bajo un manto de agua, se ven algunos camiones detenidos sobre un puente, con el agua a la altura de los ejes, o sea, el río pasa por encima del puente y no hay manera de pasar en las motos, el ejército está para mantener el orden en la larga fila de camiones que pacientemente aguarda el descenso de las aguas.

Máxima precaución, a flote por muy poco

Tenemos la opción de hacer un rodeo de 40 km o bien subir las motos a unas canoas muy endebles, optamos por esto último, pero de a una moto por vez, en esta ocasión la transpiración no fue por el esfuerzo, fue por el miedo a perder alguna moto ya que el agua está a pocos centímetros de entrar en los botes.
Atravesamos la enorme cuidad de Porto Velho donde cruzamos el imponente Río Madeira, lo hicimos en balsa, aunque dentro de muy poco estará inaugurado un puente sobre este gran río, unos de los principales afluentes del Amazonas.

Llegando a Humaitá, esto debería ser fácil

Y llegamos a Humaitá, una pequeña y pintoresca población a la vera del Madeira. Este es el fin del asfalto y el comienzo de la aventura. Nos tomamos un día para cambiar las ruedas por las de tacos y hacer algunos arreglitos.

Diego Mercado en la Honda Falcon seguirá viaje a Venezuela y Colombia y Claudio dejará la moto en Manaos para volver en unos meses a seguir rodando, ellos prepararon una encomienda y la mandaron a Manaos con ropa, los parabrisas de las motos, las ruedas de calle y todo aquello no estrictamente necesario. Diego Gomez y yo que volveremos andando por aquí, dejamos también algunas cosas en el hotel para buscarlas a la vuelta. Y ya no queda más nada por hacer, tan solo cenar que mañana salimos temprano. Una comida tranquila, poca conversación, cada uno está inmerso en sus pensamientos. Un año de planificación, poca o mucha, pero planes al fin, un año de esfuerzo para alistar las motos , para juntar el
dinero y para mil cosas más. Atrás quedaron todas las dificultades en los caminos inundados de Bolivia, eso parece meses atrás y apenas son días. Hemos llegado, ahora empieza lo que vinimos a ver.

Nuestro destino, allá vamos!

De Carlos Paz a Manaos

por la BR319

Por Erik Thomsen

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Andes Bikers – Erik Thomsen

Capítulo II

Manaos…. Al fin!

Los primeros kilómetros saliendo de Humaitá son de asfalto en regular estado, pero eso no dura mucho, sin previo aviso el asfalto se deteriora y pronto desaparece. Son unos 75 km hasta Realidade, que es apenas un caserío pero hay estación de servicios. El próximo combustible está a 400km de aquí, todo por barro. Y es recién aquí que uno toma real dimensión de donde se ha venido a meter. ¿400 km de barro? ¿De este barro super pegajoso? ¡Pero si es casi como de Córdoba a Rosario!
A Manaos son 650 km, pero nos dicen que los últimos 150 km están recién asfaltados. Un pequeño alivio que no esperábamos, pero eso está lejos aún y mejor ni acordarse. Llenamos los tanques, tanques auxiliares y bidones hasta el máximo y partimos, eso sí, sin mirar el odómetro para no empezar a hacer cálculos en el aire de cuanto faltará, horario y demás.
Pero en realidad hay que hacer cálculos si se quiere viajar con un mínimo de seguridad, explico el porqué: la selva es tan tupida que no se puede acampar en otro lado que no sea sobre el camino, pero hay una opción. Cada 40 km hay una enorme antena repetidora de microondas, las antenas se encuentran cercadas y siempre tienen un pozo de agua fresca dentro del cerco. Incluso en algunas vimos personal de mantenimiento realizando sus labores.
Entonces lo mejor es siempre llegar a una antena antes de montar el campamento. Para hacer 40 km se pueden llegar a tardar casi 3 horas si el camino está complicado, así que a media tarde es mejor parar y armar las carpas, porque si no hay muchas chances de terminar rodando de noche y la verdad no es un panorama alentador, no me pregunten como lo sé (ya contaré más adelante).

Estación de servicios en Realidade.

El camino tiene tres tipo de piso o superficie bien definidos: pedazos de asfalto destruido, barro pegajoso con charcos y arcilla dura muy resbaladiza (lejos la más difícil de atravesar). Uno acostumbra el ojo, sobre todo a reconocer los tramos de arcilla dura que al estar siempre húmeda es casi como andar sobre hielo. Imposible.

Y los puentes, un tema aparte. Se deben cruzar más de 100 puentes sobre ríos y lagunas. Son puentes de madera y algunos han sido reparados recientemente porque están pintados y todas sus maderas sanas, pero otros están muy dañados y hay que tener máxima precaución para no meter la rueda donde faltan las tablas. Si meter las ruedas ahí supone un peligro, no quiero pensar que pasaría si uno pierde el equilibrio y pone el pie en uno de esos huecos enormes. Pero hay una regla muy válida en el motociclismo, y es que la moto va hacia donde apuntan los ojos. A todos nos pasó alguna vez de mirar la única piedra del camino y terminar pasándole por encima producto de seguir mirando, ¿verdad? Entonces el truco está en mirar hacia adelante, lejos, o sea, sabemos del pozo, pero no hay que seguir mirando y tampoco mirar bien cerca de la rueda, solo hay que mirar un punto fijo y apuntar hacia él.


Los charcos pueden ser hondos o no, el problema es que no sabemos de su profundidad al ser el agua de color marrón y muy turbia. Algunos tienen apenas unos centímetros de profundidad y otros nos dan casi a la altura del asiento. Estos últimos son producidos por tractores que hay en algunas haciendas cerca de ambos extremos de este tramo de la carretera. Lo mejor es afrontarlos con decisión. No fuerte, pero sin titubear, o sea en una marcha corta y si ves que el agua empieza a subir, entonces darle al acelerador, ¡pero suave!

Estos 400km. los recorrimos en 2 días y medio, en parte porque fuimos despacio, parando mucho a sacar fotos, a refrescarnos en los ríos y tratando de pescar la cena (no funcionó) y en parte por lo que dije de la distancia entre las antenas para acampar, o sea que a media tarde ya estábamos parados, no tiene sentido que por tratar de hacer unos 40 km. más nos agarre la noche. La primera noche fue en una antena y la segunda en una casita de madera construida sobre pilotes. Lugar que compartimos con una familia de un millón de termitas que se estaban comiendo la madera de la precaria construcción.


Lo grave es que se habían masticado los pilares de soporte así que todo estaba muy endeble y la casa se tambaleaba a cada paso, la idea de caerse desde una altura de 4 metros sobre las motos que estaban estacionadas abajo no dejó dormir bien a nadie, pero no había opción, la selva estaba pegada a nosotros y el camino era de un barro imposible ni siquiera se podía caminar bien. Para completar el panorama, al ir a buscar agua a un río cercano, Claudio volvió con fotos de pisadas de Yaguareté, así que si algo faltaba para forzarnos a dormir en este horrible lugar, era esto.Huella de Onça Pintada o Yaguareté.

Huella de Onça Pintada o Yaguareté

Tan solo encontramos una parte inundada y por supuesto tuvimos que pasar andando, el agua no era tan profunda, tendría unos 40 cm. pero claro, el camino bajo el agua hacía una serie de curvas y finalmente había que atravesar un puente, que por suerte estaba entero. Las primeras motos pasaron bien porque el agua era cristalina y se veía el fondo, pero se levantó una nube de barro bajo el agua y ya no se vio mas nada. Por suerte los que pasaron primero pudieron ver bien que el puente estaba entero y nos guiaron a los que pasamos últimos. Yo hubiera caminado la zona inundada antes de meter las motos, pero los muchachos estaban confiados y esperaron que yo esté hasta las rodillas en el agua para pasar a mi lado y meterse de lleno. Un exceso de confianza que esta vez salió bien.


En general el clima acompañó bastante, lo que no quita que no nos tocara la ducha diaria, un corto chaparrón que refresca y se agradece, pero que humedece la arcilla que jamás se seca. Al llegar a la pequeña comunidad de Iguapu Açu nos topamos con un río bastante más grande que los otros y debimos atravesarlo en una bote, como la balsa es enorme y por 4 motos no conviene ni ponerla en marcha, nos cruzan en un pequeño bote de a 2 motos por vez.Cruzando en ferry en la comunidad Iguapu-Açu.

Cruzando en ferry en la comunidad Iguapu-Açu

El peor tramo de barro lo encontramos aquí, muy pegajoso y profundo. Eso sumado a un calor insoportable y la exigencia de no perder un segundo la concentración era un poco cansador, pero no queda otra, ya estamos adentro. Muchos kilómetros en primera y segunda y de esa manera el consumo se escapa de todo cálculo.¡Mucho cuidado al elegir la huella!

¡Mucho cuidado al elegir la huella!

Mi moto en condiciones normales consume 1 litro cada 20 km en promedio, en estas condiciones bajó a 12 o 13 km por litro. Todos teníamos aproximadamente 30 litros de nafta y llegamos pero no con mucho para ahorrar.

El primer lugar poblado es Careiro Castanho a unos 120 km de Manaos; en la estación de servicios hay una manguera y cada uno trato de limpiar su moto y equipo de la mejor manera posible ya que en Manaos vamos a ir a parar a la casa de un amigo motoviajero y si aparecemos en este estado es posible que ni nos dejen entrar.

Durante el lavado vimos que la rueda delantera de la XR se mueve para todos lados, así no podemos seguir viaje y hoy es domingo, así que de comprar el repuesto, nada. Buscamos un hotel y desarmamos la moto, los rulemanes ya no existen, tuvo suerte de poder llegar hasta aquí, 50 km más y no llega. Es raro estar tan cerca del destino que tanto añoramos y no poder llegar, pero bueno, las cosas podrían ser mucho peor, estamos en un pueblo, cómodos y el repuesto se consigue mañana mismo, así que decidimos celebrar.

A la noche en el pueblo hay una kermese organizada por la iglesia local, la comida es super barata, lo malo es que como la iglesia organiza, no hay cerveza, pero bueno, todo no se puede. El número principal de la noche es el bingo donde el primer premio es una vaca enorme, esos cebúes que hay en Brasil, el animal debe pesar más de 500 kg seguro. Compramos varios cartones, pero no pudimos hacernos del premio, quizá mejor así, ¿no?
El Lunes a media mañana está todo listo y partimos, para llegar a la ciudad es preciso tomar un ferry que demora hora y media hasta Manaos.

Lo interesante es ver el famoso “encuentro de las aguas” donde el Río Negro se encuentra con el Río Solimoes. Uno es oscuro y limpio, el otro marrón y con mucho sedimento. Las aguas de estos ríos no se mezclan hasta varios km aguas abajo y se ve una clara división. Este fenómeno se da por la diferencia de temperaturas y densidades.

Manaos es una cuidad enorme y nuestro amigo nos indicó como llegar hasta donde nos estaría esperando para después ir a su casa. Por supuesto que al llegar nos hidratamos con unas buenas cervezas heladas. Estuvimos 3 noches en la cuidad y ocupamos el tiempo entre pasear y revisar las motos, a todas hubo que cambiarles las pastillas de freno porque el barro se las “comió”. También aceitamos los cables, cadenas, etc., etc. Paseamos un poco el centro, el puerto, el famoso teatro y hasta el estadio mundialista.

Teatro Amazonas

Una rápida mirada al mapa me hace comprender que no estamos para nada cerca de casa y habría que empezar a pegar la vuelta. Nuestro viaje en grupo termina aquí, Diego Mercado y su Honda Falcon seguirán viaje hacia Venezuela, Colombia y el resto de los países de América del Sur y volverá a casa siguiendo la costa del Océano Pacífico. Es un viaje que ha planeado durante mucho tiempo y de ahora en más seguirá solo su aventura. Pero Claudio Pacher sorprendió con la noticia que va a dejar la moto en Manaos y se vuelve a Córdoba en avión. ¿Cómo? Sí, tiene ganas de seguir viajando y no tiene sentido volver a casa andando en moto para después salir de nuevo desde allí. Ha decidido volver en unos meses y buscar la moto para continuar rumbo a Centroamérica, la verdad que no se puede más que envidiarlo, pero lo más divertido fue la manera en como lo planteó, un maestro, se le ocurrió la idea durante el viaje y al llegar a Manaos, se compró un pasaje de vuelta en avión y listo. La moto quedará en casa de Joelmir; nuestro amigo y anfitrión.

Así que tan solo quedamos 2 para volvernos andando a casa, Diego Gomez y yo. Él quería volver hasta Humaitá en barco, yo no. Ya conozco los barcos que navegan los ríos del Amazonas y la idea de dormir en hamaca no me simpatiza. Las hamacas parecen cómodas, ¿pero alguien ha tratado de dormir 4 días en una? Bueno, aguardo respuestas y opiniones. Aún así yo estaba dispuesto a hacer el “esfuerzo” por mi amigo y nos fuimos hasta el puerto a averiguar. El próximo barco a Humaitá recién salía en 3 días, y a eso sumarle los 4 días de navegación aguas arriba del Río Madeira hasta Humaitá, o sea, una semana. No había mucho que pensar, 2 días y medio de moto o 7 días entre barco y espera. Ahhh! Me olvido de lo más importante, la tarifa es de $1500, moto incluida. Demás está decir que decidimos volver andando.

Abrazos con los 2 miembros del grupo que aun quedaban en Manaos y partimos nuevamente rumbo sur. Qué raro es ahora ser 2 motos y no 4 como antes, parece que nos estamos olvidando de alguien. Pero lo más grave es saber lo que viene, saber que vamos de nuevo rumbo al barro y a renegar como locos. A la ida no fue tan grave porque al no saber bien con que nos iríamos a encontrar, no hay tiempo de asustarse. Pero ahora sabemos perfectamente hacia donde nos dirigimos, ¡al infierno verde! Uno recuerda cada parte, aquel puente roto, aquel tramo de arcilla blanda, aquel pozo enorme que se tragó el camino, en fin. Pero uno no viene hasta aquí todos los fines de semana, así que, qué mejor que pasar de nuevo, como para grabar bien las sensaciones, ¿no?
El primer tramo como es asfalto hasta Careiro Castanho lo recorremos durante la mañana, hasta que irremediablemente llega a su fin. Sin más decidimos adentrarnos en el peor tramo, y ¡Sorpresa! El camino está mucho más transitable que lo que nos tocó a la ida. Esta debería ser la peor parte y de eso estamos lejos, parece que el sol ayudó y está mucho más seco.
También hay huellas de una máquina que ha despejado las peores zonas de barro. En eso estábamos, contentos de nuestra suerte y decidimos parar a sacar una foto cuando al arrancar el pedal o patada de arranque de la XR 650 se quebró.

El pedal de arranque roto. Más tarde lo soldaremos al eje

Acá debo aclarar que nuestras motos no tienen motor de arranque, la única forma de ponerlas en marcha es a patada, no es difícil si se conoce el procedimiento y la moto está carburada como corresponde. Pero ¿y ahora? Arrancar una 650 mono y cargada no es tarea fácil empujando en la tierra. Así que la atamos con una soga a mi moto y así la pudimos poner en marcha. ¡Ahora sí! Que no se pare más. Por suerte las condiciones del camino se mantienen bien y entrada la tarde llegamos de nuevo a la comunidad de Iguapu-Açu donde pasaremos la noche.

Esta vez tenemos mucho tiempo para ver a los delfines rosados y hasta de tocarlos. La gente golpea el agua con la palma de la mano y aparece una hembra de unos 2 metros de largo. Nos cuentan que este animal hace 20 años que vive en este lugar y la conocen desde que era una cría.
Es como si fuera un perrito pero que vive en el agua, hasta le pudimos dar de comer y es muy delicada para tomar la comida que se le ofrece. Que diferente es ver a un animal en su habitat y no encerrado en un acuario y haciendo rutinas para el beneficio económico.
A la mañana nuevamente la tarea de atar las motos para la puesta en marcha de la 650, de a ratos el estado del camino mejora y de a ratos empeora pero en general hacemos buen ritmo de avance y el objetivo está puesto en llegar a Realidade, cargar nafta y dormir.
Pero claro, las cosas siempre cambian y como no podía ser todo fácil, empezó a llover y las condiciones del camino desmejoraron en minutos. Decidimos tratar de llegar, aunque era evidente que nos alcanzaba la noche. Avanzamos kilómetro a kilómetro hasta que estuvimos a 10 km del pueblo, nada, ya estábamos al alcance de las luces casi, pero era imposible seguir. De noche no se puede apreciar bien los relieves y la profundidad de las huellas que debemos sortear. De a poco nos vamos separando uno del otro y Diego avanza más rápido que yo, es que no puede parar su motor porque tratar de remolcarlo en este barro es imposible, así que simplemente sigue adelante. Pero no va muy lejos, lo encuentro dentro de una huella profunda y enterrado hasta la mitad del motor. Como la moto es refrigerada por agua, necesita avanzar para enfriar los radiadores, pero está literalmente clavado en el barro, así que mi amigo está juntando agua de los charcos con una botella y tirandola sobre los radiadores para tratar de mantener la temperatura en caja, a todo esto la moto siempre en marcha. Entre los 2 logramos desatascarla y yo tomo otra huella para llegar donde está su moto. Así no podemos seguir, hay que parar. Decidimos poner la carpa aqui mismo y pasar la noche. Apenas apagamos los motores sentimos una voz que nos llama. Resulta que estamos al lado de una casita y que no vimos porque no tienen luz y la noche es muy oscura. Nos ofrecen un lugar para armar la carpa y lo mas importante, un jarro de café. Estamos mojados de pies a cabeza y ese
café vale lo que pesa en oro. Cocinamos unos fideos y a dormir, las bolsas de dormir están secas dentro de las alforjas, ¡qué comodidad! Estamos exhaustos.

Aquí dormimos luego de que se nos hiciera de noche en medio del barro

Fue buena idea parar anoche, estos últimos 10 km están en muy mal estado, ha llovido por 2 días y los tractores que van a las haciendas han destrozado el camino. O sea, lo que estaba mal a la ida ahora está bueno y lo que estaba mas o menos bien ahora está malo. Pero llegamos al pueblo y derecho a cargar nafta. El playero se acordaba bien, pasamos hace tan solo unos días. Corrió a traer un termo de café para recibirnos. Mientras estábamos en eso notamos la rueda delantera de la 650 desinflada, por suerte estamos frente a una gomería.

Un rayo cortado fue lo que perforó la cámara de la rueda delantera

Los últimos 70 km hasta Humaitá pensé que serían ya solo un trámite, pero no, mi cadena se cortó a 20 km de la ciudad. Ya la veía venir, el barro la desgastó bastante y estaba ya muy estirada. Tengo siempre un eslabón de unión en el bolsillo asi que en 10 minutos volvimos a rodar. La idea era cambiarla en Humaitá, casi llega.
Volvimos al mismo hotel donde a la ida dejamos las ruedas de calle y el resto del equipaje y nos dispusimos a preparar todo. Cambìé la mencionada cadena, lavamos las motos y estuvimos prontos para continuar la vuelta…
Vuelta que relataré en el próximo y último capítulo de esta travesía, si es que los lectores todavía siguen ahí.
 

De Carlos Paz a Manaos

por la BR319

Por Erik Thomsen

erik.roadstar@gmail.com

Andes Bikers – Erik Thomsen

Capítulo III

Regreso con cambios de planes

Ahora nos quedaban 500 km de asfalto desde Humaitá hasta Guayará-Mirim; la frontera de Brasil con Bolivia. Después de las peripecias en el barro, el único desafío que esperábamos encontrar era el de atravesar la cuidad de Porto Velho. A la ida habíamos seguido el GPS de Claudio por un buen rato hasta dar con el puerto. Ahora ya no teníamos esa facilidad. Respecto al GPS, nunca he comprado uno, le reconozco su utilidad al aparato, pero siempre uso la plata para otra cosa y el navegador va quedando en la lista de cosas pendientes. Yo soy más amante del PPS o sea “pare, pregunte y siga”. Y eso hicimos nomás, preguntamos a un motociclista la dirección de la salida de la cuidad. Era súper fácil, siempre derecho y al final a la derecha. O sea a la ida hicimos un rodeo interminable siguiendo las direcciones del GPS. Nos reíamos de la tecnología, pero no voy a ser necio, es un accesorio útil y creo que va siendo hora de invertir en uno.
 

Ferry sobre el río Madeira, llegando a Porto Velho

El agua había bajado considerablemente y esa parte que tuvimos que navegar en pequeños botes ahora se podía circular. Hubiera preferido cruzar en bote mil veces antes de meterme al barro de nuevo. El problema en si no estaba en el barro, estaba en los camiones. Sí, camiones varios.

El agua baja y es más fácil pasar

Resulta que había un tramo de unos 300 mts sin asfalto y aún quedaba barro, lógico si el agua acaba de bajar. Los camioneros brasileros son muy tenaces y realmente conocen su trabajo, entregar la carga como sea posible. Un pedazo de barro no los detiene, encaran igual, y al quedar empantanado, un camión desde afuera los engancha con cables de acero. Una vez que el camión pasó, aguarda al borde del barro o retrocede para enganchar al nuevo camión que está atascado. De golpe hay 4 camiones atados unos a los otros y se mueven en convoy coordinados por radio. Todos hacia adelante o todos atrás. Es una ballet digno de ver, los tipos la tienen clara y así van pasando de a uno. Claro, el camino es una huella que cualquier otro vehículo quedaría colgado. En moto puedo pasar, pero ¿Cómo meterse en medio de los camiones? Ellos no paran, una vez que toman impulso no paran por nada. Así que estuvimos 2 horas largas allí hasta que decidieron parar para dar lugar al paso de otros camiones en dirección opuesta. Allí nos dieron la orden a nosotros para que crucemos con las motos. Llegamos al pueblo de noche y bastante cansados. Por suerte ya conocemos el hotel y vamos rápidamente tras una cama cómoda.

Esperando a los camiones

A primera hora ya estamos cruzando el río Mamoré hacia Bolivia, por más que el río ha bajado un poco su nivel, todavía está alto y el ferry no funciona, así que volvemos a cruzar en el mismo bote que lo hicimos a la ida y llegamos a territorio boliviano. Migraciones lo pasamos rápido, pero la aduana es otra cosa. Resulta que no tienen internet y no nos pueden generar el formulario para dar ingreso a las motos. Aclaro que el internet se lo “roban” a los brasileros del otro lado del río y parece que ahora les han cambiado la clave. Como somos los únicos salames que han entrado en vehículo en más de un mes, para ellos es un detalle sin importancia, nos mandan a volver mañana a ver si se solucionó el problema. De ninguna manera, queremos irnos hoy mismo de aquí, habida cuenta que recién es media mañana, no hay razón para perder un día. Pacientemente me siento en una silla dentro de la oficina y me dispongo a aguardar lo que haga falta, los oficiales son muy amables y charlamos sobre todo un poco, pero de hacer algo referido a los trámites, ni miras. Entre tanto Diego se entretenía fumando y acicalando su moto afuera y cada tanto trayendo bebidas gaseosas.
 

Esperando el bote para cruzar a Bolivia

Después de tres horas de reloj de estar ahí, la paciencia de los aduaneros se colmó y milagrosamente apareció un oficial que sabía donde se guardaba el archivo dentro de la computadora que permite ingresar vehículos del extranjero. O sea, si no se podía hacer el trámite online, se debería hacer a mano, lo que traté de explicar por más de una hora. En fin, ¡ahora sí! Ya tenemos todo en regla y podemos continuar hacia Riberalta. Desde esta ciudad tenemos los 500 km de tierra hasta Rurrenabaque y decidimos que dado que ya es media tarde, no tiene sentido iniciar este tramo del viaje y tratar de llegar al paraje “Sheraton” donde dormimos en nuestra ida. Por ello buscamos un hotel cerca de la plaza de Riberalta y allí nos quedamos. El elegido fue el “Hotel Colonial”, súper antiguo y muy refinado. Tiene unos jardines exuberantes con papagayos revoloteando entre las palmeras y hay una galería con sillones antiquísimos ideal para pasar una tarde de lectura. Pronto notamos que somos los únicos huéspedes latinos, el resto son europeos haciendo turismo, a pesar de ello, la tarifa es más que razonable.
 

Hotel Colonial

Luego de un buen desayuno continental afrontamos el camino de tierra hacia Rurrenabaque, destino que no vamos a alcanzar hoy pero por poco, dormiremos en Santa Rosa de Yacuma. El hotel, nada que ver con el de ayer, esto es una pocilga. No me molesta para nada la falta de instalaciones, pero la falta de limpieza sí. Igual, cuando se viaja de esta manera, no hay que exigir demasiado, aunque la limpieza se agradece. El camino está bueno en partes y hay mucho polvo pero en general bueno. Conforme nos acercamos a Rurrenabaque, el estado empeora, es que ha estado lloviendo y el tráfico de camiones con su ir y venir ha destrozado algunos tramos. Llegamos a una parte donde una pala mecánica está limpiado la huella y remolcando uno a uno los más de 10 camiones atorados en un barro arcilloso igual al de los peores tramos de Brasil. Esta vez pasamos sin demasiada demora.

Cuidado con la fauna local

Aquí debemos tomar una decisión: o volvemos hacia Trinidad, haciendo el camino inverso del que recorrimos a la ida (las 5 horas de navegación) o bien seguimos rumbo hacia el Sur y pasamos por Coroico antes de llegar a La Paz y volvemos por el altiplano. Esta segunda opción parece mejor ya que la ruta hasta Coroico figura como de asfalto en algunos sectores, siempre según el mapa. Como punto negativo, implica subir a las alturas de La Paz y rodar varios días por el altiplano a temperaturas bastante bajas. Como no queremos seguir lidiando con botes e inundaciones, optamos por enfilar hacia los Andes y subir al altiplano. Muy pronto nos cuestionaremos seriamente esta decisión.
En el desvío se encuentra la población de Yucumo, donde de paso aprovechamos a almorzar mientras damos tiempo a que pase un aguacero importante. Siempre es recomendable preguntar a los choferes de los colectivos (“flota” en Bolivia) por el estado de las rutas. Ellos nos dijeron que NO hay asfalto y que está medio complicado pero que en moto, todo bien. A estas alturas ya deberíamos comprender que es “en moto todo bien”. Pero como soy necio, allá vamos, rumbo a Coroico donde pensamos llegar a pernoctar. Si el lector es perceptivo, se habrá dado cuenta que rara vez hemos llegado al destino planeado en el tiempo calculado, ¿Cómo iba esta a ser la excepción? Apenas salimos de Yucumo nos metemos dentro de un camino en reparación con un barro casi intransitable, pero como hay máquinas viales por doquier, pensamos que era solo un tramo pequeño. Resulta ser que están reconstruyendo la carretera que une la región de los yungas con el altiplano y son casi 200 km los que se encuentran en un estado parecido a esto. No me voy a explayar tanto para no aburrir, pero la noche nos tomó en un paraje conocido como KM 56. O sea que tardamos unas 5 horas para hacer 60 kms. En este lugar hay un obrador donde pernoctan los obreros de la construcción y hay algunos hospedajes con el mismo fin. Tuvimos suerte de conseguir una habitación y pasamos la noche con bastante confort; afuera la lluvia cae con violencia y cuesta dormir con el ruido de las gotas sobre el techo de chapa de cinc, no hay madera ni ningún tipo de aislación, tan solo una chapa que amenaza levantar vuelo con la fuerza de la tormenta.

El mapa lo marcaba como asfalto

La novedad de la mañana es que no podemos continuar viaje porque la tormenta de anoche ha causado varios derrumbes en el camino y está totalmente cerrada para el tráfico. Hay que esperar que las máquinas que están trabajando lo despejen. Nos miramos y ya ni hace falta hablarnos ¡estamos en moto! ¿Cómo no vamos a pasar? Bueno; no pasamos. Estuvimos varias horas esperando delante de una larga fila de vehículos a que las palas y retroexcavadoras terminen de despejar la huella. A los pocos kilómetros la misma situación, por lo que nuestro avance es lento. Llegamos a una barrera donde nos detienen, hasta las 17 horas no hay paso porque están dinamitando la montaña y las palas deben despejar el material de la voladura de la mañana. Es justo el mediodía y esperar 5 horas no nos da gusto, pero no hay manera, no se puede.

La ruta bloqueada por un derrumbe

Estábamos refunfuñando cuando una camioneta que viene en sentido contrario para en la barrera. Nos acercamos a preguntarle y es el ingeniero a cargo de la voladura. Es argentino, ¡de Córdoba inclusive! Nos deja pasar pero nos advierte que tengamos cuidado y que no nos garantiza que está limpia la zona de la voladura para cuando lleguemos allí. Por supuesto que llegamos al lugar y el camino está totalmente bloqueado por las piedras que cayeron. Pero son unos 50 mts solamente y tras caminar sobre el derrumbe y buscarle la vuelta, decidimos intentarlo: uno sobre la moto y el otro caminando al costado por las dudas, es que estamos al borde de una barranca donde 30 metros más abajo corre un violento río, así que más vale ser precavido. Con un poco de maña y haciendo bastante fuerza, logramos pasar y llegar hasta Coroico. Ya no tendremos problema y desde allí a La Paz es todo asfalto, unos 75 kms de una furiosa subida hasta los casi 4200 mts de altura.
Conforme vamos subiendo la temperatura baja a cada curva y las motos empiezan a andar cada vez peor. Es sabido que en la altura los motores a carburador no rinden, pero no vamos a ponernos aquí a desarmar las motos por tan solo 2 o 3 días que tardaremos en bajar a alturas menores. Además son motos “grandes” y aún perdiendo bastante potencia todavía queda resto para moverse de acuerdo a las condiciones del camino, o sea, máxima precaución.
 

Escombros de la voladura

El frío ya es muy intenso y tenemos todo el “guardarropas” puesto. En una curva cruzo un camión y me pareció ver el parabrisas blanco, ¿nieve? No, seguro he visto mal. A los 3 km me doy cuenta que no he visto mal, ¡¡¡¡¡¡es nieve!!!!! Es más, estamos dentro de una nevisca de proporciones. Avanzamos muy despacio por temor al posible hielo sobre el asfalto, pero por suerte solo es nieve. Al parar a sacar una foto casi no podemos mover las manos, estamos entumecidos, es que el cambio de temperatura ha sido abismal. Hace casi un mes que estamos en el trópico, lluvia todos los días pero mucho calor y ahora en 75 km pasamos de eso a un frío polar, nieve y para colmo se me parte la cabeza del dolor. El apunamiento llegó sin previo aviso. A la entrada de La Paz ya no doy más, entre el frío, las manos que me duelen hasta casi no poder apretar el embrague y la cabeza que me recuerda al latido de un bombo, me doy cuenta que meterse al caos del tráfico es demasiado. Decidimos que lo mejor es rodear la ciudad y buscar algún alojamiento en El Alto, de esta manera mañana podremos salir temprano y evitarnos el famoso embotellamiento sin fin que caracteriza a La Paz. El Alto es el pueblo que está “arriba” de La Paz. Es como un barrio, están pegados. Por suerte Diego se acuerda de una especie de circunvalación que nos evita tener que adentrarnos demasiado en el centro de la ciudad y un poco preguntando y otro poco adivinando logramos salir por donde ya conocemos y nos es familiar. Una vez más hemos burlado la falta de GPS. Ubicamos un hospedaje que está bastante bien dadas las condiciones (llueve) y la hora, ya se hace tarde. Si bien estamos cómodos, esta se me hace la peor noche del viaje. El “soroche” me ha pegado duro y no puedo pegar un ojo o siquiera dejar de tiritar bajo una enorme cantidad de frazadas que pesan una tonelada. De probar un bocado ni hablemos, no puedo retener nada en el estómago.

4260 mts sobre el nivel del mar y mucho frío

Por suerte a la mañana ya estoy un poco mejor y salimos rumbo al sur, no tan temprano porque el frío es intenso y se hace notar. Optamos por parar a desayunar después de hacer unos 100 km, como para reconfortar el cuerpo y calentar la panza. ¿El menú? ¡¡¡¡¡Café con leche y huevos fritos!!! ¡¡Al diablo la dieta!! Necesito calorías para el frío. El avance es a buen ritmo y la ruta está buena, lo único que demora un poco es la enorme cantidad de desvíos porque está en construcción la autovía La Paz-Oruro. Yo soy más bien conservador con la velocidad y me mantengo a 90 km/hora. Diego va apenas más rápido que yo, quizá a 100, pero la policía lo paró 2 veces por exceso de velocidad. Al verlo detenido en la banquina y rodeado de agentes, en ambos casos opté por seguir mi camino y esperarlo más adelante. Indefectiblemente aparecía con una sonrisa y una historia de cómo logró zafar de la multa.
Pasamos por Oruro donde repostamos combustible y seguimos hacia Potosí. La ruta se adentra en las montañas y de nuevo comienza a nevar, inútil parar, hay que seguir, no es muy alentador ya que Potosí se encuentra a mayor altura aún que La Paz, pero ya estoy mucho más aclimatado y no siento nada raro. El tráfico dentro de Potosí es de lo peor de Bolivia. Es que es una ciudad antiquísima y sus calles son súper angostas. Eso sumado a la gran cantidad de buses que van y vienen subiendo y bajando complica el panorama. Pernoctamos en un hostel muy coqueto que al no tener cochera nos permiten estacionar las motos dentro del establecimiento. Nos desplomamos sobre unos sillones súper confortables y nos disponemos a disfrutar las cervezas merecidas luego de la dura jornada. El lugar está lleno de turistas de todas partes del mundo que suben y bajan las escaleras, literalmente teniendo que esquivar las motos. A nadie les llaman la atención, ni siquiera alguien se detuvo a mirarlas o dirigir su atención a nosotros que estamos sentados a 1 metro y es más que obvio que somos los pilotos. Esto viene a confirmar mi teoría, viajar en moto generalmente tiene poco de glamoroso.
 

El sur de Bolivia ha cambiado en estos últimos 4 años, me refiero al estado de las carreteras, ahora todo se encuentra asfaltado, se puede ir a Uyuni, a Tupiza, a Argentina sin tocar tierra. Esto está muy bueno porque antes se demoraba mucho por el estado del camino. Pasamos por la frontera en Villazón – La Quiaca y ¡¡ya estamos en Argentina!! La aduana como siempre, revisando hasta el último tornillo y chequeando los números de cuadro y motor que se encuentran ocultos bajo una capa de tierra considerable, pero hay que revisar, no sea cosa que estemos contrabandeando algo, ¿no? Seguramente si fuera a traer algo ilegal sería algo mas nuevo que una moto del año 1987, o ¿será que ya cotiza como un clásico y ahora vale una fortuna? La noche nos atrapó en Humahuaca, pero decidimos llegar hasta Tilcara. ¡Qué frío! Paramos en unas cabañas al lado de la ruta y ahí mismo cenamos. El plato del día; locro. ¡Marchen 2 platos y una jarra de tinto para la mesa 5!
A la mañana mi moto no quiso arrancar, se ve que el frío de anoche no le cayó simpático o quizá tenga una válvula cerrada, cualquier sea el caso, ya me siento en el patio de casa y no quiero ponerme a revisar eso ahora, por más que tengo todas las herramientas abordo, un rápido empujón en la ruta y la venerable Honda está en marcha, como siempre, con su ruido tan característico.
El día es soleado y tibio, es el 25 de Mayo y paramos a almorzar en Rosario de la Frontera, y ¿Qué se come el 25 de Mayo? ¡¡Locro!! Marchen 2 platos, esta vez sin vino, todavía falta rato para llegar al destino de hoy, las Termas de Río Hondo. Desde el frío de La Paz en lo único que pienso es en las termas, y ya estamos aquí, no lo puedo creer, en la misma pileta que estuvimos hace 31 días, en el Moto GP, ahora está desierto y el camping es todo para nosotros. ¡Cómo disfruté del agua caliente!

¡Hemos llegado!

Y llegamos a la última etapa, debe ser una válvula nomás porque la moto tampoco arrancó a la patada, hubo que correrla, pero que mas da, ya estamos casi en casa. No importa nada, solo llegar. Creo que ni paramos a almorzar, meta ruta y ruta nomás. Y el ritual de siempre, parar en la bajada de la autopista Córdoba – Carlos Paz. Desde donde se ve el lago San Roque. Hemos llegado, 9400 km quedan atrás. Ahora a contar las anécdotas que irán creciendo indefectiblemente en cada asado. ¡Hasta la próxima amigos!

Andes Bikers – Erik Thomsen

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